La Compañía de María nace de una experiencia de duda, de fracaso, de Noche; pero también de certezas y luz. Juana de Lestonnac experimenta en el Monasterio de las Fuldenses, cuando su salud se resiente, que su vida no está allí sino en "Tender la mano" a las jóvenes de su época.
“Comprendió que era ella quien debía tenderles la mano”, palabras clave de una Vida, de un Carisma, de una Espiritualidad, de una Institución que ha recorrido más de 400 años de historia.
La convicción de que sólo Dios puede ayudarla en medio de esta Noche, le impulsa a levantarse y orar. Su experiencia a lo largo de la vida le ha ayudado a tener una imagen de Dios compasivo y comprometido con las situaciones más necesitadas.
Juana relee su vida, en diálogo con Dios, haciendo memoria de la verdad de sí misma, en una oración que, superando cualquier tentación de huida, le lleva a adentrarse en su propia historia. La búsqueda del querer de Dios va más allá de sus propios deseos. Juana está dispuesta a volar donde Dios quiera con tal de encontrarse con Él.
Su actitud activa - pasiva se sitúa entre la búsqueda y la acogida, entre el propio querer y el dejarse conducir. Una fuerte inspiración le hace sentir que Dios, lejos de abandonarla, tiene grandes proyectos para ella.
Dios estaba engendrando nueva vida en las entrañas de Juana de Lestonnac, que ve y comprende que Él la necesita. El Tú de Dios es para ella el tú del otro. Desde entonces su vida será pasión por los otros; pasión que se concreta en “Tender la mano”, desde la educación a las situaciones más desfavorecidas.
María acompaña e inspira a Juana de Lestonnac en los momentos importantes de su vida. Por eso, desde su fundación es también para la Compañía de María expresión y síntesis de su identidad y de lo que quiere vivir.
La figura de María orienta la vida apostólica de la Compañía. “Llenad vuestro nombre” supone contemplar a María, conocer su experiencia de Dios y su itinerario de discípula y de apóstol, descubrir sus actitudes y valores y hacerlas vida en nuestra propia realidad, cultura y en sus diversas circunstancias.
Nuestro nombre “Compañía de María” sugiere la presencia de una persona que camina en grupo y con el grupo, es referente y horizonte en el seguimiento de Jesús.
Llamamos “espiritualidad” a la experiencia de la acción de Dios en cada persona, al paso de Dios por cada cultura y religión. El Espíritu de Dios es el que da vida a la Iglesia y el que inspira en nosotros el amor y el seguimiento a Jesús, el que centra nuestra vida en Él.
El carisma y la espiritualidad de la Compañía de María es un don de Dios para la Iglesia y para nosotras a través del carisma fundador de Santa Juana de Lestonnac. En ella, en su noche del Cister, se condensa lo que ha de ser la fuente inspiradora de la Compañía:
Seguir a Jesús, como María:
Contemplando su paso en la realidad y dejándose afectar por ella.
Tendiendo la mano como educadoras, en situaciones necesitadas de salvación, allí donde la vida es más vulnerable.
En actitud de discernimiento, Santa Juana opta por la espiritualidad ignaciana por la coincidencia de su experiencia carismática con San Ignacio de Loyola.
Siempre buscando la Mayor Gloria de Dios.
Pertenecer a la Compañía, como religiosa o laico, es acoger esta gracia y vivirla en plenitud, dando vida a la propuesta de Santa Juana “No dejes apagar la llama que Dios ha encendido en tu corazón”.