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Partir de Calella…

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Una nueva llamada...

El día 15 de mayo celebramos en nuestra parroquia con sencillez, y alegría, la fiesta de Santa Juana. Antes de la bendición del sacerdote, comunicamos, llenas de vida y esperanza, nuestra partida de Calella, como Instituto.

Las expresiones fueron de sorpresa, dolor y compresión. Después, el párroco añadió con sus sinceros sentimientos, que la Parroquia, el Ayuntamiento y el Pueblo nos harían una cálida despedida, como bien se merece la Compañía de María de Calella por educar, formar y evangelizar a múltiples generaciones a lo largo de sus 160 años de presencia.

Así que el día 30 de junio, en el que fue nuestro Colegio, nos ofrecerán con gran agradecimiento y cariño, “en nuestra iglesia” una Eucaristía y en el patio la despedida con unas palabras y un compartir fraterno.

El alcalde, antiguo alumno de nuestro colegio, se adelantó unos días antes, recibiendonos a las cuatro religiosas en su despacho. Nos entregó con mucho afecto, un precioso y artístico recuerdo de esta Ciudad.

Para que os situéis…

El Colegio Lestonnac de Calella fue fundado el año 1862 por cinco religiosas procedentes de la comunidad de Barcelona, a iniciativa de la Sra. Camil·la Xampeny, antigua alumna de dicho Colegio.

Durante 8 años las clases se realizaron en una residencia provisional situada en la calle Bruguera, antigua Fonda Vila.

En 1870 la comunidad estrenó un nuevo convento situado en la calle Sant Pere. Allí, las religiosas se dedicaron sin interrupción a la educación de las niñas.

En 1936 a causa de la Guerra Civil tuvieron que abandonarlo.

Fue ocupado durante 3 años por las Escuelas Unificadas, hecho que impidió su quema o destrucción.

El 30 de junio de 1939 la Compañía de María volvió a abrir sus aulas y la comunidad permaneció en el Colegio hasta el verano de 2007. El curso 2007-2008 asumió la posesión del edificio, las aulas y la dirección la Escuela Pía de Calella.

Tres religiosas, ya jubiladas, formaron una nueva comunidad de inserción en Calella dedicadas a la Educación, la Pastoral, colaborando en el Colegio, la Parroquia, Cáritas e Institución Social.

Y a fecha de hoy, ya sabéis quiénes somos.

¿Qué supone todo esto para nosotras?

* Una inmensa emoción por tanta historia llena de vida, de nuestras hermanas que nos precedieron. * Una infinita acción de gracias, por palpar familias agradeciendo la educación recibida y valorada de tantas profesoras que han dejado un poso en el corazón de sus alumnas. * Nos sentirnos muy queridas por la labor realizada hasta hoy. * Nos consideran testimonios del Evangelio, como Juana de Lestonnac quería para todas sus hijas. * Acogemos el abrazo de un pueblo, al vivir con ellos una fuerte amistad llena de confianza y fraternidad.

Entre los recuerdos que permanecen vivos en la memoria del corazón, la Hermana Emilia, la Hermana Remei y la Madre Josefa Avellí. (Pilar Vivas Llorens)

La Hermana Emilia. Apenas sabía leer y su oración diaria la hacía entresacado de su libro de rezo, estampas de santos, diciéndoles: “Hazme santa como mi Padre Dios…” Esta santidad la reflejaba con todo su esplendor con su cara siempre sonriendo, limpiando los W.W del colegio. Era una mujer feliz y verdaderamente santa. Olía a santidad con su pequeña estatura y su escobilla y balde, siempre en su mano…

La Hermana Remei. Era nuestra madre del internado. Su santidad la transmitía tanto en el comedor como en el dormitorio. Sus palabras comprensivas y oportunas llenas de cuidados nos hacían reflexionar. Nos educaba con ternura y rectitud. Su paciencia exquisita en comprender nuestras picardías, era inmensa. Y sus brazos nos daban calor de madre, al anochecer. ¡Qué buena era nuestra Hermana Remei! ¡Cuánto nos quería y la queríamos!...

Madre Josefa Avellí. Superiora de la Comunidad y del Colegio. Era baja de estatua y de espíritu muy grande. Su santidad, la dibujaba en su vida humilde y evangélica. Era mujer de fe, como María Madre. Impartía las clases de religión con ojos iluminados llenos de experiencia de Dios. Y como si nada, sin darnos cuenta, la “semilla del Evangelio” iba penetrando en nuestros pequeños corazones. Y al llegar a la adultez, tomamos conciencia, que aquella semilla de ayer, es hoy, un árbol de vida enraizada en la tierra buena de Jesús para nuestras familias, para nuestra pequeña ciudad y para la Humanidad entera.

Partimos gozosas a nuestro nuevo hogar, dejando en Calella la llama encendida de Juana de Lestonnac, sabiendo que ellos, seguirán pasando la antorcha. Por ello, expresamos con todo nuestro ser… ¡ G R A C I A S ¡